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Series de mecanismos
La Neuroarquitectura estudia como los entornos construidos inciden en nuestro estado emocional y físico con el objeto de mejorar la calidad de vida de las personas.
Cada espacio arquitectónico tiene la capacidad de provocar en nosotros sensaciones de índole muy diversa. Hay arquitecturas que parecen dar alas y elevar, y otras por el contrario son opresivas. Espacios que nos relajan o que incitan a la acción. Percibimos los entornos que habitamos: formas, proporciones, colores, luz, temperatura, sonidos, olores... mediante nuestros sentidos, que envían señales al cerebro. Una información que este traduce, desencadenando la producción o inhibición de hormonas, que a su vez conllevan distintos estados anímicos, físicos y emocionales, y conductas asociadas.
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De la intersección de la neurociencia y la arquitectura surge la Neuroarquitectura como una disciplina que estudia la relación entre nuestro cerebro y el entorno construido. Persigue comprender las variables en juego y su efecto, para proponer espacios a favor del bienestar de las personas.
Esta disciplina que ha eclosionado en el siglo XXI, cuenta con instituciones de referencia como la Academia de Neurociencias para la Arquitectura (ANFA), en San Diego, EE.UU. fundada en 2003. En nuestro país, aumentan los despachos de arquitectura que la consideran como un capítulo significativo en el proceso proyectual para aportar mayor calidad de vida a los usuarios.
Estudios en neuroarquitectura, realizados mediante resonancias cerebrales, constatan que espacios con ángulos agudos y formas aristadas activan la amígdala relacionada con la alerta en el cerebro. Y las formas curvas trasfieren calma. Los espacios con generosa altura favorecen la creatividad y el pensamiento abstracto, mientras que los techados bajos abonan la concreción y las rutinas. El color pigmento aplicado como revestimiento mural o en mobiliario también incide en la activación o relajación del metabolismo, en cambios de temperatura corporal, ritmo cardiaco y respiratorio. Los tonos fríos inducen al relax, y los cálidos al dinamismo.
Se ha visto, así mismo, que la flexibilidad de un espacio fácil de adaptar a las necesidades del usuario, repercute en una sensación de pertenencia al lugar. La vinculación de la arquitectura con la naturaleza y las plantas, o las vistas abiertas al paisaje, se ha mensurado como reductores del estrés y la fatiga. El empleo de materiales naturales como la madera o la piedra, tejidos como el lino o la lana, resultan más relajantes que los materiales sintéticos, y contribuyen a regular la humedad y la temperatura de una estancia.
Otras investigaciones revelan que los entornos enriquecidos con estímulos propulsan la creación de nuevas conexiones neuronales. Y como lo imprevisto o novedoso constituye un factor significativo de estimulación. Nuestra condición de seres humanos en interacción continua con el medio determina que, reaccionemos a nivel fisiológico, también en los espacios arquitectónicos. Los profesionales de la arquitectura que incorporan esta nueva disciplina abogan por proyectar no solo desde los metros cuadrados sino también anticipando las sensaciones que provocaran los espacios. Son propuestas que aspiran a contribuir a un sistema biológico equilibrado de las personas que habitan el lugar.
La luz como materia principal con la que trabaja la arquitectura es un capítulo relevante en los estudios de neuroarquitectura. Ya las teorías higienistas en arquitectura de principios de siglo XX señalaron lo esencial de disponer de espacios iluminados con luz natural por ser más saludables, productivos y procurar bienestar a las personas. La regulación de la iluminación artificial, así mismo, ha devenido fundamental para estimular la actividad, mejorar la función cognitiva, influir en los estados de ánimo o propiciar un buen sueño. El objetivo final es crear entornos que generen bienestar y regeneración vital.
La neuroarquitectura, igualmente, indaga en como la luz puede afectar a la percepción del espacio, de los materiales y las formas. Y ser utilizada para destacar características arquitectónicas significativas, crear por ejemplo una sensación de profundidad y amplitud, y modificar la apreciación de esta. Cómo y por donde penetra la luz en un edificio. A través de que materiales: celosías, vidrieras de color o transparentes, luz cenital, frontal, rasante...De qué modo se concentra la luz o se tamiza. Son todos factores decisivos para generar diferentes atmósferas y provocar sensaciones en quien accede a un espacio.
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