
La transición energética cambia los cimientos del modelo energético: de combustibles fósiles a fuentes renovables. Este nuevo paradigma contribuye a mitigar el cambio climático y avanzar a un futuro más sostenible, autosuficiente, equitativo y justo.
Descubre la transición energética; y nuevos paisajes; las luces, sombras y oportunidades.
Una expansión progresiva y necesaria
España tiene un gran potencial solar y de generación eólica. Sin embargo, entorno al 70% de la energía consumida es de origen fósil, contaminando nuestras ciudades y haciendo el ambiente poco saludable a escala local y planetaria.

Desde hace años, varios países apuestan por la descarbonización energética. Alemania, con un mix energético donde el sol y el viento tienen alta presencia, fue pionera y referente. A su vez, Dinamarca destaca por grandes extensiones eólicas en el Mar del Norte y Noruega por la penetración de la electromovilidad, otra pieza clave de este puzzle.
Los beneficios de la transición energética: las luces
La transición energética comporta beneficios importantes, fomenta cambios positivos y nuevas dinámicas.
Ambientales:
• Fuentes energéticas inagotables, limpias y libres de emisiones.
• Diversificación y soberanía energética.
• Descentralización, atomización de la generación y energía de proximidad.
• Eficiencia energética y gestión de la demanda.
• Dinamización de la economía y empresas locales.
Sociales:
• Compromiso ciudadano, corresponsabilidad en el ahorro y consumo.
• Mayor control sobre el sistema energético.
• Gobernanza y participación: autoconsumo y consumo compartido en comunidades energéticas.
• Democratización del acceso, justicia energética y menor inequidad.
• Impulso de la electromovilidad.
Dzó:
• Disminución del precio de la energía y la electricidad.
• Compras colectivas, economías de escala, etc.
• Incentivos, bonificaciones y subvenciones.
• Profesionalización y nuevas ocupaciones.

Los principales retos: las sombras
La transición energética no está exenta de desafíos, sobre todo en proyectos de gran envergadura.
éԾDz:
• Intermitencia del sol y el viento.
• Insuficiencia para abastecer la demanda creciente.
• Dificultad de almacenamiento de la energía a gran escala a bajo coste.
• Inversión elevada y poca visión local del capital externo.
Ambientales:
• Amenaza de la biodiversidad y conservación de espacios verdes.
• Alteración de valores ecológicos y dinámicas de ecosistemas naturales.
• Impacto visual, ruido y riesgo de colisión de aves en parques eólicos.
Sociales:
• Baja aceptación social de parques eólicos o granjas solares en espacios poco urbanizados.
• Competencia entre usos del suelo y posibles conflictos.
• Transformación socioeconómica y cambios drásticos en la estructura social y productiva de territorios con menos oportunidades económicas.
• Afectación de valores culturales e identitarios.
Paisajes cambiantes, nuevas formas de cultivo
La transición energética hace mutar espacios cotidianos y emerger nuevos paisajes. Si bien es cierto que cualquier paisaje es resultado de la intervención humana, es dinámico y evoluciona constantemente; solemos tener una visión romántica e idealizada de los entornos naturales, como si fueran una postal o decorado que debe permanecer inalterado.
Sin embargo, la generación de energía siempre ha dejado huella, con testimonios del ingenio para aprovechar la fuerza del agua con norias y del viento con molinos, sustituidos en el presente por aerogeneradores, como gigantes en el horizonte o instalaciones solares, visibles desde lejos.

El cine refleja este debate social; “Alcarrás” o “As Bestas”, se hacen eco de la tensión entre intereses opuestos: quienes defienden el “progreso”, que hará mutar irreversiblemente el paisaje, frente a quienes luchan por mantener una identidad, un estilo de vida y la conexión con su medio.
Un futuro esperanzador
La transición energética es una oportunidad para cambiar definitivamente el rumbo hacia un modelo energético alternativo sostenible y democrático, generando entornos más resilientes, agradables y saludables.
La consolidación de las comunidades energéticas como un ecosistema de proximidad supone una (re)volución en la lógica del mercado energético, empoderando a las personas y maximizando el uso de superficies ya construidas, preservando espacios no urbanos. Esta estructura de autoconsumo compartido basada en valores de sostenibilidad, soberanía energética y equidad es uno de los pasos imprescindibles para esta transformación.
Es necesaria una buena gobernanza y fórmulas participativas de concierto con los agentes sociales para la integración territorial y el equilibrio social y visual, apoyado en estudios de impacto, para tener un paisaje resiliente, que conserve sus valores y la viabilidad de la hibridación de necesidades y coexistencia de usos.

Paralelamente, es crucial electrificar el transporte, con mucho impacto ambiental, activando sus sinergias con el sistema energético, gracias a la capacidad de almacenar energía en las baterías de los vehículos, que se puede retornar a la red eléctrica en períodos de gran demanda (tecnología conocida como Vehicle-to-Grid o V2G).
Por supuesto, las políticas públicas tienen un papel fundamental marcando objetivos claros y plazos para la descarbonización, simplificando la burocracia y facilitando mecanismos económicos para movilizar actores clave y fomentar la cooperación.
La transición energética, si bien compleja y desafiante, nos ofrece un horizonte esperanzador para las nuevas generaciones. Avanzamos firmemente hacia un futuro más sostenible gracias a la concienciación, la involucración ciudadana, la demanda social, el impulso institucional y empresarial y la innovación tecnológica.