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Series de mecanismos
Texto: Laura Novo
Las casas mediterráneas, fruto de su entorno, habitantes y clima, se redefinen en un enfoque contemporáneo que combina la tradición y modernidad de estas.
Luz y ventilación natural, patios, porches, pérgolas, agua, tonos claros, cubiertas planas, vegetación, colores claros o materiales naturales son algunos de los términos comúnmente asociados al imaginario común de casas mediterráneas. Una arquitectura con origen en la cultura romana y el impluvium que presidía sus hogares, que a mediados de la década de 1950 se convierte en contemporánea a través de un grupo de arquitectos españoles e italianos entre los que destacan nombres como Jose Antonio Coderch, Manuel Vals, Josep María Sostres, Josep Pratmarsó, Gio Ponyi o Alberto Sartoris.
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La arquitectura, y en especial la de las casas mediterráneas, refleja fielmente su entorno, habitantes y clima. La pandemia experimentada estos últimos años ha subrayado este punto. Las casas han jugado un papel fundamental, como refugios y santuarios donde muchos han podido sentirse a salvo y otros tantos, han sido conscientes de las carencias de su hogar. En ambos casos, la casa ha recuperado la atención de una sociedad que había hecho de la calle y los espacios públicos sus principales lugares de encuentro.
La manera de vivir las casas ha cambiado, potenciándose una vuelta a las raíces y la búsqueda de un bienestar que ha hecho resurgir el interés por los entornos rurales y las casas mediterráneas. Normalmente asociados a las vacaciones y el descanso, ambos son en realidad un fiel reflejo de una forma de vida a la que en ocasiones se ha dado la espalda por la tan 'ansiada' globalización. Una globalización que, unida a la inmediatez y al ritmo acelerado de la sociedad actual, ha olvidado muchas veces la razón de ser de la arquitectura local, a favor de construcciones estandarizadas que no tienen para nada en cuenta su entorno.
Características propias de este tipo de construcciones, como los espacios in&out, las geometrías sencillas y de proporciones horizontales, los muros de carga de gran grosor, los materiales pétreos y cerámicos, o las persianas y celosías, no son aleatorias. Al igual que las viviendas de los países nórdicos optan por cubiertas inclinadas para evitar la acumulación de nieve, cerramientos de madera que los aíslen del frío y grandes ventanales sin protecciones para dejar pasar la poca luz natural disponible; o las caribeñas tiñen de colores llamativos y vibrantes una disposición que favorece la ventilación natural, todas nacen como respuesta a las condiciones naturales de cada lugar.
Arquitectos como Marià Castelló, que desde Formentera trabaja una arquitectura casi artesanal y en profunda conexión con la cultura y el paisaje de la isla; o el estudio afincado en Barcelona, TAKK, con proyectos que reinterpretan la vivienda y diluyen límites con el exterior a través de una distribución en torno gradientes térmicos y materiales de baja emisión de CO2, son ejemplos distintos pero igual de interesantes de este tipo de arquitectura. Otros, como Yonoh, Fran Silvestre y Mario Ruiz han dado un paso más y se han lanzado a la construcción industrializada, con casas modulares donde la tradición mediterránea convive con una alta eficiencia energética y el consecuente abaratamiento económico.
En un momento en el que la apuesta por lo local y la economía km 0 y de proximidad es fundamental, resulta casi obligado hablar de recuperar la identidad. Pero no a través de una reinterpretación contemporánea de técnicas tradicionales de la arquitectura árabe, romana o mediterránea, sino de la incorporación de sus principios a un nuevo tipo de construcción, que combine lo mejor de la tradición con las más avanzadas tecnologías y un enfoque sostenible.
Hablar de casas mediterráneas también es hacerlo de las personas y su bienestar. Un bienestar tanto físico como emocional, que responde a las necesidades globales de la sociedad pero también a las cuestiones particulares de cada uno de sus habitantes. Aunque hay aspectos comunes a todas, que hablan de la orientación, el soleamiento, la relación con el exterior, la volumetría o la paleta material y cromática, es importante analizar las necesidades de cada caso, para así dar la mejor respuesta y crear soluciones individualizadas a partir de modelos ya establecidos.
La importancia que en los países mediterráneos se da al 'encuentro' y la vivienda como un lugar donde 'vivir', no sólo donde 'habitar', es fundamental si se quiere recuperar el concepto de la casa mediterránea desde un enfoque actual. Una casa que trasciende la imagen tradicionalmente asociada a ella para trasladar sus principios a otro tipo de arquitectura.
Bloques residenciales, espacios de trabajo o edificios públicos otorgan ya un especial protagonismo a conceptos como el patio o la terraza, fundamentales para el encuentro y socialización; y otros que, como la biofilia, los materiales naturales, los colores o la iluminación y la la ventilación natural, siempre han estado presentes en la cultura mediterránea. Proyectos como el Artchimboldi Menorca, de Anna Truyol y Emma Martí, o el Centro Kálida Sant Pau en Barcelona, de Benedeta Tagliabue, son un buen ejemplo de cómo conceptos originalmente asociados a la casa se incorporan ya a otro tipo de usos.
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