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En el marco de la biociudad, la que da preeminencia a convivir con el entorno natural, la iluminación urbana ve germinar nuevas interpretaciones y estrategias.
Si las ciudades durante el siglo XX se abocaron a construir, dando en muchas ocasiones la espalda a la naturaleza, la biociudad el siglo XXI mira hacia ella y persigue armonizar actividad humana y espacio verde. El urbanismo de plazas duras que imperó en la década de los ochenta se ha demostrado un fracaso. No solo desde el punto de vista medioambiental, pues genera el “efecto isla de calor”, sino también porque los propios ciudadanos las ha dejado desiertas, al no sentirlas confortables.
En este contexto de cambio, el diseño de iluminación urbana también evoluciona. Se hace patente este tránsito en las nuevas estrategias y enfoques que los arquitectos y paisajistas más innovadores están proponiendo. A finales del pasado siglo, el culto al diseño de los soportes de luz, con grandes báculos y artilugios para iluminar, adquirió un gran impulso. Con modelos de gran acierto, pero también otros desmesurados. Hoy, sin embargo, se persigue una mayor integración con el entorno y armonía con los espacios verdes de la ciudad. Hasta el punto de que la luminaria pueda llegar a desaparecer.
Del diseño del báculo a la luz
“Durante años la luz se ha abordado a partir del diseño del soporte. Los arquitectos hemos tratado la iluminación como esculturas, centrándonos en el diseño del báculo y su repetición. El elemento identificativo era el soporte. Ahora, sin embargo, puedo decir que esto no era lo más adecuado”. Así se expresaba el arquitecto y paisajista Enric Batlle, co-fundador del estudio Batlleiroig, durante su ponencia en el Simposio "Simon: 100 años iluminando ciudades", celebrado en La Casa de la Luz de Madrid.
Desde Batlleiroig -uno de los estudios más relevantes actualmente en nuestro país, con una sólida propuesta para fusionar ciudad y naturaleza- defienden que se ha de iluminar ‘la calle de las personas’ por encima de ‘la calle de los coches’. Y repensar la actual confrontación entre arbolado y báculos de iluminación. “Seguramente el que está equivocado es el báculo. No está bien diseñado para convivir con un elemento esencial en la ciudad como es el árbol”, apostillaba Enric Batlle.
Ante cada nuevo proyecto de paisajismo, en el despacho Batlleiroig se abre la reflexión y el cuestionamiento: ¿Qué es lo que se debe iluminar? Hoy incluso plantean intervenciones sin elementos de luz. Como en el Anillo Verde de Igualada, donde eliminaron todos los elementos urbanos con el objetivo de dejar más espacio para pasear. Y aplicaron un árido luminiscente en el suelo que aporta luz.
El “menos es más” de la luminotécnia
En Batlleiroig son partidarios de aplicar el legendario “menos es más” de Mies van der Rohe a la contaminación lumínica. Cuestionan esa visión de estatus lumínico del cuanta más luz mejor, y valoran positivamente el enfoque de escaso alumbrado nocturno de los países nórdicos. Con un elogio a Oslo, donde la única iluminación que hay en el entorno de la Casa de la Opera, proyectada por el despacho Snohetta, es la del propio edificio.
En una época de cambios, donde el cambio climático ejerce su peso, pero también otros muchos cambios, este equipo de paisajistas es partidario de proyectos de iluminación urbana que remarquen elementos, de acentuar la luz y se declaran en contra de la homogeneización. “La belleza está en el contraste –declaraba Enric Batlle en su ponencia-. Y el espacio público debe ser confortable, como si fuera una casa, una sala de estar exterior”.
“El mundo de la iluminación urbana tiene un problema, viene de la carretera. Y ésta es muy árida. Nuestras ciudades se empezaron a iluminar como si fueran carreteras. Y seguimos teniendo dudas de qué debemos iluminar, si a los coches o a la gente”, observó Batlle.
La ciudad del verde luminoso
Ante un futuro de las ciudades que auguran verde, en Batlleiroig consideran imprescindible una reflexión sobre la luz de la naturaleza. Y la naturaleza como luz. Debemos preguntarnos si tiene sentido iluminarla toda o solo zonas de paso y recorridos. Si se pudiera enchufar el árbol con la luz. O que las propias plantas emitieran luz, teniendo la fotosíntesis como referencia. Y estudiar hasta qué punto es saludable la luz nocturna para la vegetación. “Si tarde o temprano nuestra mejor calle en una ciudad va a ser un jardín, ¿cómo debe ser la iluminación de nuestras calles?”, concluía el Enric Batlle su conferencia durante el Simposio Simon 100 Años iluminando Ciudades.