La solución completa para la gestión de todos tus proyectos.
Series de mecanismos
Fermín Vázquez, al frente de b720 Arquitectos y responsable de la arquitectura de La Casa de la Luz de Simon, reflexiona con pasión sobre este proyecto y su actividad profesional.
El arquitecto Fermín Vázquez cofundó el estudio b720, en 1997 con su socia y también arquitecta Ana Bassat. Hoy, con una cuarentena de colaboradores entre sus sedes de Madrid y Barcelona, en su producción de arquitectura contemporánea resalta el compromiso con un uso responsable de los recursos naturales. Mirando su larga trayectoria, el Mercado Els Encants de Barcelona podría considerarse uno de sus edificios más populares. Y destacan las colaboraciones con despachos internacionales como el de Jean Nouvel en la Torre Agbar, o David Chipperfield en la Ciudad de la Justicia, en Barcelona. Entre sus últimos proyectos, la Nueva Estación de Alta Velocidad de Barcelona, en la Sagrera, que comprende la urbanización e integración en el entorno de la ciudad.
Hemos querido conocer con él, de primera mano, los entresijos del proyecto de La Casa de la Luz como nueva sede de Simon en Madrid, y los valores del edificio Oasis. Pero también su actual punto de vista sobre cómo debería ser la arquitectura y la luz en los entornos que habitamos en el siglo XXI.
- Desde b720 Arquitectos habéis enfocado el proyecto de La Casa de la Luz como una restitución del espacio original creado por Fernando Higueras en 1967-1975. ¿Qué destacarías de su arquitectura?
Realizar este proyecto para Simon, un espacio que aborda el futuro de la luz, en una arquitectura preexistente diseñada por Fernando Higueras, nos pareció muy interesante. El interior había sido modificado en exceso. Con el proyecto hemos querido restituir y celebrar la arquitectura de Higueras, muy expresiva y potente.
En ella destaca ese cruce entre organicismo y modernidad, a la vez liberado de las ortodoxias. No es una arquitectura experimental. Es funcional y con una radicalidad muy medida. También es una arquitectura con éxito popular. Su tratamiento desinhibido del ornato, la hace bienvenida para la mayoría. No solo para iniciados, aunque tiene muchas capas.
- Tú te formaste como arquitecto en Madrid y conocías los edificios de Higueras. ¿Por qué se considera su obra única?
Fernando Higueras es uno de esos genios singulares. Es distinto a todos y esto añade un valor especial a su brillantez. Su arquitectura es un avance, con una expresividad no irónica, ni que busca el pasado, sino en progresión. Hay una exuberancia creativa, formal, muy refinada, que hace siempre atractivos sus edificios. Son obras que arriesgan. Él estaba apartado de la tendencia. En realidad, era tendencia en sí mismo. Era un hombre de su época, se nota esa libertad.
- Con el proyecto ya finalizado y La Casa de la Luz abierta al público ¿Qué crees que aporta a la ciudad de Madrid?
Creo que el desarrollo de todas las ciudades importantes, o a partir de un cierto tamaño, tienen que ver con la creatividad, la reflexión, la innovación. También con problemas, está demostrado. Un proyecto como La Casa de la Luz es una especie de emergencia natural. Esperada y por ello no menos importante. La creación de estos espacios es ilusionante y, a la vez, propio de las ciudades, ambos se retroalimentan. Son signos alentadores por ambos bandos: la Casa de la Luz como agente de innovación y la ciudad que confirma que existe un caldo de cultivo propicio para que esto ocurra.
- ¿Cómo arquitecto, qué papel dirías que juega la luz actualmente en los espacios contemporáneos que habitamos?
La arquitectura ha sido definida muchas veces en términos de luz. Forma parte de nuestra experiencia intrínseca. Lo que hace diferente hoy la luz es el espectacular avance y potencial técnico para manipularla. Desde la cabaña hasta el óculo del Panteón de Roma, ya se ve hasta qué punto la gestión de la luz era relevante en la arquitectura. Ahora estamos viviendo un crecimiento exponencial en la generación y control de la luz. Pero también se produce una cacofotonía.
-¿A qué te refieres con ‘cacofotonía’?
Los habitantes de la ciudad del siglo XXI están expuestos a una sobreabundancia de estímulos luminosos. Por un lado, hay una mayor conciencia del impacto que tiene la luz en nosotros. Por otro, una presencia desordenada y descontrolada. Nos llega luz sin pedir permiso. Se convierte en algo clave y también abrumador.
Hoy parece inaceptable una megafonía que suene mal, o un reproductor de música que emita ruidos. Esto mismo ocurrirá con la luz. Estará al alcance de todos y con mucha mejor calidad. Entre la luz de la hoguera y la luz del quirófano hay infinidad de situaciones. Y se puede afinar cual es la más adecuada en cada caso, con más precisión.
- La Casa de la Luz es un espacio que desea abordar también “como queríamos que fuera la luz del futuro”. ¿A ti como te gustaría que fuera la iluminación que está por venir?
El equipo de Simon está comprometido con la investigación. Y en la creación de iluminaciones avanzadas acabarán descubriendo maneras de iluminar diferentes a lo vivido hasta ahora. Formará parte de como querremos vivir. Hacen falta nuevas maneras de iluminar porque hay necesidad de domesticar, de “poner orden”, y refinar todas las capacidades técnicas que aparecen. A eso debemos aspirar.
-¿Cómo definirías tú esa luz de futuro?
La luz de futuro es una luz humanizada, que hace la vida mejor. Por eso, La Casa de la Luz se convierte en referente que eleva el nivel general. Es mucho más relevante de lo que la gente cree. También sobre nuestras reacciones psicológicas no conscientes.
-En el edificio Oasis, que aloja La Casa de la Luz, Figueras fue un avanzado en la renaturalización de la ciudad ¿Cuál es tu visión como arquitecto sobre este tema?
En nuestros proyectos hace años que promovemos la presencia de vegetación, agua, incluso de aire sin contaminar en los edificios. Parte de la escasez de vegetación, de espacios naturales y suelos más permeables y limpios, tiene que ver con la erradicación de toda vida que no sea la humana. La creación de entornos casi quirúrgicos es principalmente un problema general con nosotros mismos.
Son sacrificios hechos inconscientemente a una movilidad basada en combustibles fósiles. Y ahora nos estamos dando cuenta. Echamos de menos los entornos de vegetación, agua, los cielos despejados. Las ciudades hemos vivido en una tecnópolis que abrazamos de forma acrítica, por sus ventajas, sin mirar las desventajas indeseables. Ahora deben ser revisadas. La ciudad renaturalizada es muy necesaria y cuanta más diversidad incorpore será más agradable y sana.
- En la práctica arquitectónica de b720, la luz es un material significativo. En la urbanización de la Plaza del Torico, en Teruel, diseñasteis un pavimento con líneas luminiscentes incrustadas, como elemento que expresa fluidez. ¿Qué otras estrategias de luz habéis aplicado?
La luz se convierte en algo delicado por definición en proyectos museísticos, como en la ampliación del Centro Reina Sofía. En proyectos de viviendas resulta muy útil hacer desaparecer la fuente de luz artificial. Principalmente, cuando se quieren despejar los espacios de artefactos.
En el nuevo edificio del Liceo Francés fue clave la graduación de la luz natural exterior, para adecuarla a las actividades en función del día. En cada proyecto es objeto de un cuidadoso estudio. En Els Encants de Barcelona hay un efecto deliberado de luz que cuelga. La imagen del farol que va iluminando puntos del mercado.
-Els Encants es uno de los proyectos emblema de b720. ¡Cuánta gente se habrá fotografiado mirando hacia su techo espejado! ¿Es para reflejar la luz? ¿Dónde está el germen de esta idea?
Lo que quiere reflejar es la ciudad. La razón del techo es que resolvía muchas cosas. Le aporta ligereza. Lo hace desaparecer. Y le da singularidad a un mercado que también lo es. Pero sobre todo tiene que ver con la idea de mimetizar el mercado con el espacio público de la ciudad.
Los reflejos ayudan a una presencia mutua. Desde lejos se aprecia la ciudad dentro del mercado, que refleja fracciones de las calles del entorno. Es una reivindicación como espacio público y continuidad urbana. Y todo ello matizado, no demasiado literal, con un espejo de tono dorado, con temperatura.
- La Casa de la Luz pone énfasis en explorar la capacidad de generar emociones a través de la iluminación. ¿Con que otros instrumentos cuenta el arquitecto para afectar al usuario?
La luz inevitablemente genera emociones, pues nos hace percibir los espacios. Pero hay otros componentes que como arquitectos nos han interesado mucho y tienen que ver con los sentidos. La acústica y sobre todo el tacto. Algo de esta vuelta a la naturaleza, para crear mejores espacios, reside en lo táctil. Genera efectos emocionantes rodearse de un espacio pétreo. O de una madera sedosa, de tanto que ha sido tocada. En el tacto se mezclan la sensación de las texturas y de la temperatura. Los niveles de humedad los notamos a través de la piel. También suele estar asociado a lo acústico. Percibimos el grado de reverberación. Pero la luz sobrepasa todo esto. La luz también es color. Y es sombra. Luz y penumbra. Y así podríamos llegar al Elogio de la sombra de Tanizaki.
- Luz y color son otro tándem indisociable. En algunos de vuestros proyectos el uso del color es muy llamativo. En general, la arquitectura suele ser algo “cromofóbica”. ¿Por qué aplicar, o no, color?
Sí, ha habido una verdadera cromofobia en la arquitectura. Tiene que ver con que formamos parte de una generación educada en el movimiento moderno, liberado del ornamento y el color. Y en ello nos hemos movido con un cierto confort. Está también la impericia. El color no es fácil de tratar. La prudencia en aplicarlo está más que justificada.
El uso del color en nuestro despacho tiene su origen en un proyecto concreto donde se trataba de distinguirse en un entorno anodino. Esto nos llevó a investigar sobre color y nos dio un cierto entrenamiento. Lo hemos utilizado cuando lo hemos creído necesario y donde nos lo han pedido. Deberíamos combatir responsablemente la cromófoba. Pero creo que siempre es mejor que falte color que no que sobre.
-A ti, ¿qué te llevó a dedicarte a la arquitectura?
Como todo en la vida, el azar. Siempre me ha parecido natural acabar haciendo arquitectura a partir de vivencias familiares e inquietudes. Con mi padre, hombre de ciencia, y mi madre, una artista pintora, los estudios de arquitectura me permitían no renunciar a ni a la ciencia, ni a una visión más humanística o artística. Tengo cierto escepticismo sobre la vocación. Creo que es algo que se construye. Todo es interesante si se es capaz de profundizar de manera adecuada. Cada vez más, intento ver la arquitectura desde fuera. Me interesan las cuestiones de carácter científico o la economía, y creo que pueden hacer nuestra arquitectura mejor.
- Como arquitecto, ¿cuáles han sido tus referentes? ¿Qué obras te han inspirado?
¡Hay tantísimas influencias! ¡Me produce asombro ver la cantidad de buenos arquitectos que hay... y la cantidad de malos edificios que nos rodean! La conclusión es que el crecimiento de la humanidad ha estado fuera de control.
Hay arquitectos que me han emocionado, como Louis Kahn. O mis maestros en la Universidad: Oiza o Fisac. Pero también podría decir que me han influido las viviendas modernas americanas. Vistas en las películas de Hollywood, me impactaron. Y todos esos espacios de trabajo americanos de grandes corporaciones. Y en paralelo, las arquitecturas vernáculas. Siempre me han interesado las casas modestas de los pueblos. Con mis padres viajamos mucho por la península. Me impactaron las arquitecturas rurales, como un contrapunto a la ciudad de Madrid donde nací.
Y he tenido influencias que no son estéticas, sino más intelectuales. Lecturas que me impresionaron de joven como Bertrand Russell o Pio Baroja. Que afectan a mi manera de entender el mundo y la arquitectura.