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Las casas impresas en 3D emergen en el sector de la construcción como un sistema que reduce tiempo, costes y minimiza residuos. Pero, ¿cuál es el alcance actual de esta tecnología?
La tecnología que está haciendo posible las casas impresas en 3D se encuentra hoy entre la gran expectativa de reducir fases y recursos en el proceso de construcción, y la realidad de edificaciones con fisonomía esencial y fachadas de pronunciada textura. La propia maquinaria que deposita el material por adición, capa a capa desde el suelo en sentido ascendente, para configurar los muros, marca un patrón acanalado de aspecto algo primigenio.
Trae a la memoria la antiquísima técnica de churros de modelar barro. Y si en aquella la mano modela los rollos de arcilla que va superponiendo para componer la pieza cerámica, en la actual impresión de casas en 3D son grandes brazos robotizados los que distribuyen el material por unas boquillas, también en churros, aunque con un cambio sustancial de escala.
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Hoy buena parte de los proyectos y prototipos de casas impresas en 3D emplean como material principal el hormigón. Algunos también recurren a la tierra, como la casa Tecla proyectada por el estudio MCA, del arquitecto italiano Mario Cuccinella, en colaboración con Wasp. Es un prototipo edificado en Massa Lombarda, Italia, como ejemplo de casa ecológica que aúna última tecnología con un material de construcción tan primario como es la tierra local. Una celda básica replicable -que ha supuesto 200 horas de impresión 3D- compuesta por dos cúpulas entrelazadas, que aloja un espacio abierto de día, una estancia de noche y aseo.
En la construcción de casas impresas en 3D se podría decir que, de momento, “la forma sigue a la tecnología”. A diferencia de legendario lema “la forma sigue a la función” que presidió la arquitectura del movimiento moderno de principios del XX. Pues si bien esta técnica permite formas inéditas y gran flexibilidad, hoy en el sector de la vivienda la mayor parte de lo construido remite a espacios de tipo pabellón, de una sola planta, donde la línea curva simple prevalece.
Son pocos todavía los estudios de arquitectura involucrados en proyectos de casas impresas en 3D. El despacho danés Bjarke Ingels ha colaborado en el diseño de una promoción inmobiliario en Austin, Texas, de las empresas Lennar e Icon, para edificar un centenar viviendas de una sola planta, con hormigón como material base, y tejados fotovoltaicos. Quienes apuestan por esta tecnología valoran la rapidez de construcción (de una semana a un mes) y la robotización que reduce mano de obra y material, con un significativo abaratamiento de costes. Factores que facilitarían dar respuesta a necesidades habitacionales de vivienda económica tanto en el mundo occidental, como en países en vías de desarrollo, ante el incremento creciente de población mundial. O utilizarse en situaciones de emergencia por desastres naturales.
Las consideraciones de sostenibilidad son otro argumento. Se reducen los residuos en la fase de construcción y el corto plazo de ejecución minimiza la emisión de CO2 en el conjunto del proceso. Con el empleo de hormigón, la cantidad es mucho menor que en la construcción tradicional, pese a no ser un material renovable. Un aspecto a tener en cuenta, no obstante, es que los actuales códigos técnicos que regulan la construcción de edificios, no contemplan reglamentación específica sobre la edificación para casas impresas en 3D.
Ha sido la ciudad de Eindhoven, en Países Bajos, capital destacada del diseño en Europa, la que el pasado mes de abril anunció la entrega de llaves de una casa impresa en 3D de hormigón, a su actual inquilino. Es la primera vivienda de cinco, dentro del proyecto Milestone, realizada con esta tecnología y que cumple todos los requisitos de construcción de los Países Bajos. Una iniciativa en la que se ha volcado desde la Universidad Tecnológica de Eindhoven hasta el municipio, además de un conjunto de empresas, y hoy es propiedad de la inmobiliaria Vesteda, gestora del alquiler. Con 94 m2, una sola planta y forma de roca, recuerda las entrañables moradas de Los Picapiedra. Si bien su desarrollo ha supuesto una sustancial inversión en I+D.
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